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lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Lexicalización o gramaticalización?

Pese a su título (Lexicalization and Language Change), la obra de Brinton y Traugott (2005) es a todas luces un estudio comparativo entre dos procesos de cambio lingüístico caracterizados por una serie de elementos comunes, pero analizados siempre de forma independiente: la gramaticalización y la lexicalización.
Sin duda motivados ante la falta de una visión cohesiva de ambos fenómenos, los autores se embarcan en una obra esencial cuyo objetivo es primero examinar los diferentes enfoques históricos sobre el tema, para después exponer, a partir de un amplio inventario de ejemplos de numerosas lenguas, un modelo de validez universal que trate de forma unificada la emergencia del léxico y de la gramática.
Podría decirse que Brinton y Traugott rechazan una visión de la gramática como un módulo lingüístico autosuficiente que opera según sus propias reglas internas, para defender un concepto de estructura lingüística moldeada, principalmente, por patrones de conceptualización y categorización humanas. Esto es compatible con un enfoque universalista basado en extraer las características comunes o unitarias de la variación tipológica que muestran las diferentes lenguas en lo que a recursos de cambio lingüístico se refiere.
Dicho esto, cabe señalar que el grueso del estudio de Brinton y Traugott se centra no tanto en la descripción de los fenómenos sino en el análisis sobre las relaciones existentes entre ellos. En efecto, lo primero que se examina son dos características presentes tanto en la lexicalización como en la gramaticalización, que han llevado a varios autores a postular que ambos fenómenos son inextricables: se trata de la coalescencia y la fusión. Si por fusión entendemos la pérdida de límites morfológicos entre unidades que pasan a formar un mismo ítem y por coalescencia una serie de fenómenos de erosión fonológica (asimilación, atonicidad, elisión, etc.) entonces convendremos que numerosos ejemplos pueden citarse como casos de gramaticalización, de lexicalización, o de ambas cosas.
Para ilustrarlo, los autores rescatan un ejemplo de Meillet, quien propone GE heute (hoy) < OGE hiu tagu (este día-DAT) como ejemplo de gramaticalización. Pues bien, Hopper y Traugott ven en la unificación de heute la creación de un nuevo lexema y, por tanto lo consideran un proceso lexicotélico; Joseph, por otro lado, subraya que el estatus gramatical de esta unidad léxica no ha variado con el cambio; Ramat, por último, cita este caso como la creación de una nueva unidad léxica por univerbación, que considera un subproceso de la gramaticalización.
Otro caso parecido se observa en el desarrollo de determinados adverbios y preposiciones, como son CAST hacia < OCAST face a; IT adesso < LAT ad ipsum; E beside < OE be sidan. Como quiera que la forma resultante está fosilizada y constituye una unidad sintética derivada de una unidad analítica, algunos autores han visto en ello indicios de lexicalización. Lehmann, por ejemplo, expone que estas tres formas están extraídas de las reglas de la sintaxis y que, además, su estructura interna se ha borrado (pérdida de composicionalidad) y ve en ello claras muestras de lexicalización. Ramat, por el contrario, argumenta atinadamente que estos casos han salido del léxico, para pasar a formar parte de la estructura sintáctica, solo para volver a entrar de nuevo en el léxico, de ahí que considere que tanto la gramaticalización como la lexicalización desempeñan un papel no del todo delimitable en estos ejemplos.
En relación a este punto, los autores concluyen (2005:68):
The possibility of describing the same phenomena as either lexicalization or grammaticalization suggests certain similarities between these two processes. Beyond the fact that both lexicalization and grammaticalization constitute an important part of the language user´s faculty for language building […] what is particularly interesting is that fusion and demotivation are significant factors both in vocabulary building and in grammaticalization.

¿Es la lexicalización lo mismo que la degramaticalización?
Tanto Ramat (2001) como van der Auwera (2002) ven la lexicalización y la gramaticalización como uno y el mismo proceso pero visto desde los extremos contrarios. Para ellos, por tanto, ambos tipos de cambio lingüístico se definen en términos de pérdida o ganancia de estatus léxico, donde la gramaticalización se relaciona con un continuum no acotado de tipo léxico > menos léxico > más gramatical y la lexicalización con uno de tipo gramatical > menos gramatical > más léxico. Según estos parámetros tan generales, gramaticalización equivaldría a delexicalización y lexicalización a degramaticalización.
Para Lehman (2002), sin embargo, la cuestión no se dirime en el orden de los esquemas abstractos, sino que subsume una serie de criterios más finos: la gramaticalización requiere fusión, reducción y eliminación de la estructura interna del elemento o construcción, mientras que la lexicalización conlleva irregularidad, opacidad e idiomatización. De acuerdo con esto, el proceso inverso a la gramaticalización es, para este autor, la etimología popular, consistente en el reanálisis por parte de los hablantes de una unidad semánticamente opaca como un elemento poseedor de estructura morfológica interna.
El debate sobre esta cuestión es interminable y a él se han dedicado cientos de páginas. Sin duda la visión de cada especialista depende en gran medida de qué entiende por lexicalización y gramaticalización. La cuestión la resuelven Brinton y Traugott de manera elegante al adoptar la siguiente perspectiva ante lo que hay en común y lo que distingue a ambos procesos (2005: 91):
Lexicalization involves processes that combine or modify existing forms to serve as members of a major class, while grammaticalization involves decategorialization of forms from major to minor word class and/or from independent to bound element to serve as functional forms. Both changes may involve a decrease in formal or semantic compositionality and an increase in fusion.

La unidireccionalidad de la gramaticalización
Aquí se exponen, básicamente, las reflexiones de Haspelmath (2004), quien defiende la unidireccionalidad (esto es, la no reversibilidad) de la gramaticalización con diferentes argumentos, pero sobre todo analizando y descartando los varios contraejemplos que han propuesto diferentes defensores de la mal llamada “degramaticalización”. En su artículo Haspelmath formula tres propuestas para la reflexión:
1. Por qué es útil la constatación de las constricciones de direccionalidad en el campo de investigación de la Lingüística histórica.
2. Por qué hemos de defender la no reversibilidad en el proceso de gramaticalización.
3. Por qué los casos que se han argüido hasta ahora como contraejemplos a esa irreversibilidad no muestran procesos de antigramaticalización sino cosas bien distintas.
En cuanto al primer punto, el autor comienza este interesante artículo argumentando que la Lingüística histórica no solo debe dedicarse a la descripción sino también a la comprensión de los fenómenos de cambio lingüístico, para poder extraer argumentos razonables sobre cómo cambia el lenguaje y por qué lo hace de determinado modo. De ahí la importancia vital que para estos estudios ha tenido la identificación de los universales del cambio: únicamente extrayendo lo que guardan en común el enorme número de procesos individuales de cambio y destacándolo de los fenómenos accidentales o excepcionales, podremos establecer generalizaciones válidas sobre la evolución y la naturaleza de la estructura del lenguaje humano.
Así las cosas, ¿qué ha significado el descubrimiento de la unidireccionalidad en el cambio lingüístico? Para empezar, es una ayuda inestimable en la reconstrucción de las protoformas. Haspelmath pone el ejemplo hipotético de dos lenguas no documentadas, en las que se observan dos formas similares: un afijo de futuro en una de ellas, y un auxiliar de futuro en la otra. Si el cambio lingüístico fuera arbitrario, no tendríamos manera alguna de saber qué aspecto debería tener la protoforma correspondiente; pero como las constricciones de direccionalidad están tan bien fundamentadas, podemos postular, con un amplio margen de confianza, que la protoforma en este caso será un auxiliar de futuro.
Estas constricciones nos ayudan también cuando tenemos dos posibles etimologías en competición, de forma que la que “viole” menos principios de direccionalidad (“de eses a haches”, “de espacio a tiempo”, “de mayor a menor sustancia fonética”, etc.) será la candidata óptima. En relación a este punto, el autor concluye:
[…] Is there a theoretical perspective on language change that would want to ignore or deny directionality constraints because they do not fit into its general goals and assumptions? The answer is yes: If one thinks of language change as occurring exclusively in language acquisition, and if one thinks of crosslinguistic variation in terms of different settings of innate parameters.
En cuanto al punto número 2, el autor sostiene que, si bien se han citado decenas de contraejemplos a la unidireccionalidad de la gramaticalización (especialmente Newmeyer 1998 y Campbell y Janda 2001), solo unos pocos pueden tomarse como casos reales de antigramaticalización (término que acuña para el proceso inverso) y por tanto el volumen de excepciones es tan ínfimo que no puede considerarse como una amenaza a la hipótesis. De hecho, Heine y Kuteva (2005) estiman que el número de excepciones reales no llega al 10% si se lo compara con el número total de casos conocidos de gramaticalización. Sea como fuere, argumenta Haspelmath, estos datos sirven, a lo sumo, para calificar como universal estadístico lo que antes se tenía como un universal absoluto.
Ya centrándonos en el punto 3, el autor clama que las instancias que se han expuesto como contraejemplos a la hipótesis de la unidireccionalidad de la gramaticalización son tan heterogéneas que es difícil agruparlas de acuerdo a un criterio común, de modo que ve necesario exponer primero qué debe entenderse como el proceso inverso. Si la antigramaticalización es un proceso que fluye en contra de la dirección general de la gramaticalización, entonces uno de los requisitos es que no se trate de un cambio abrupto de ítem gramatical o funcional a ítem léxico, sino gradual, es decir, que recorra ciertos estadios que impliquen semantización o incremento en autonomía, entre otros. Un caso prototípico sería la evolución sufijo de caso > clítico pospuesto > posposición. Algunos casos de antigramaticalización que son conformes, según el autor, con el criterio expuesto son:
-Sufijo de genitivo inglés –s > clítico =s.
-Sufijo de sujeto de la 1ª p.pl. del irlandés –muid > pronombre idependiente muid.
-Marca interrogativa del estonio –s > clítico =es > partícula libre es.
-Prefijo del griego ksana- (“otra vez”) > adverbio libre ksana (“otra vez”).
No deja de ser sorprendente que en algunos de los casos de antigramaticalización que aprueba Haspelmath, se observen cambios abruptos, es decir, procesos en que no hay estadios intermedios. Salvando esta contradicción, la única generalización que puede extraerse de estos ejemplos es que hay en las formas implicadas un incremento en autonomía, en la medida en que se desprenden de la forma huésped y pasan a funcionar de modo independiente.
Aunque no explícitamente por parte del autor, sí podemos deducir qué tipo de cambios cualifican como casos de antigramaticalización, en el momento en que los cotejamos con aquellos que, según él, no pueden considerarse como tales:
1. lo que en morfología se ha considerado tradicionalmente como procesos de formación de palabras, que incluyen la derivación cero (“los pros y los contras”, “the ins and outs”), las formaciones delocutivas (negare < nec; tutoyer < tu), la declitización (“capitalism and other isms”), y la formación regresiva (teens < numerales como “seventeen”; anta < numerales como “settanta”; zig < numerales como “siebzig”).
2. la fonogénesis, que involucra formas polimorfemáticas que se convierten, debido a la demotivación diacrónica, en formas monomorfemáticas (OE to-morrow > ME tomorrow; OGER be-lîben > GER bleiben). Estos últimos son tenidos erróneamente por degramaticalizaciones, de acuerdo con Haspelmath, porque los elementos implicados experimentan una pérdida de estatus gramatical, aunque en realidad no hayan recorrido el camino inverso de la gramaticalización.
Cabe destacar que no casualmente Brinton y Traugott (2005) encuentran esta misma confusión entre procesos de formación de palabras y lexicalización. Estos autores enfatizan la necesidad de definir la lexicalización de modo mucho más restrictivo que simplemente como “adoption of items into the lexicon” (recordemos la calificación de Moreno Cabrera como proceso sintacticogenético y lexicotélico) si no queremos correr el peligro de incluir entre sus presupuestos todo tipo de composiciones, derivaciones y conversiones que constituyen, según ellos, fenómenos completamente separados. Por lo visto, estos procesos de lexicogénesis han empañado o confundido de forma considerable la investigación en el campo de la lexicalización y de la gramaticalización, como veremos en el siguiente punto.
En definitiva, como bien argumentan estos autores (2005: 99):
Grammaticalization is conceived of as a historical change that results in the production of new functional forms. It is not simply a process of adoption or incorporation of unchanged elements into the inventory.
Una última cuestión en relación al trabajo de Haspelmath, es que algunos autores, como Norde (2001), sostienen acertadamente que si nos atenemos a una definición de antigramaticalización como proceso en que un ítem gramatical determinado experimenta el camino inverso en dirección al estatus léxico, pasando por todos los estadios intermedios, es prácticamente imposible encontrar casos de antigramaticalización. Sería irreal, según este autor, esperar que ese elemento en cuestión recupere su forma inicial después de una serie de cambios fonológicos, semánticos y pragmáticos. En este sentido, también Bybee et al. (1994) argumentan que las formas auxiliares de tiempo futuro evolucionan a partir de verbos léxicos de movimiento, desiderativos y de obligación, pero una vez establecidas como gramas no se reconvierten otra vez en verbos plenos de deseo, movimiento o deber (es el caso de will). Exponen que una vez los gramas son reducidos formalmente, éstos no vuelven a asumir sus formas completas originales de nuevo, de la misma forma que una vez ocurre la afijación, un grama no vuelve a ganar su forma independiente previa. Es el caso de los sufijos –hood o –ly en inglés, derivados de formas léxicas plenas.

Grados de paralelismo y divergencia entre ambos procesos
A grandes líneas, cuanto más ancha es nuestra noción de gramaticalización y lexicalización, más se borran las fronteras entre ambos procesos de cambio. Si damos más importancia a los paralelismos que a los elementos idiosincrásicos, es claro que acabaremos contemplando un mismo fenómeno pero desde perspectivas contrarias. Brinton y Traugott intentan arrojar algo de luz sobre este tema, al glosar los elementos convergentes:
1. Gradualidad
En lo referente a estos dos tipos de cambio lingüístico, se refiere al hecho de que las formas originales no son reemplazadas de la noche a la mañana, sino que coexisten con las nuevas acepciones durante un período de tiempo indeterminado en que “compiten” por la aceptación de los hablantes (institucionalización).
2. Unidireccionalidad
Si consideramos ambos tipos de cambio como no reversibles (es decir, entendemos que no son un mismo proceso con dos direcciones posibles en un continuum entre gramaticalidad y lexicalidad) entonces convendremos en sostener la hipótesis de la unidireccionalidad tal como la entienden la mayoría de autores actualmente.
3. Fusión
Mientras que en lexicalización implica la pérdida de composicionalidad en los elementos fusionados, en gramaticalización se refiere generalmente a procesos de afijación entre el elemento gramaticalizado y su huésped.
Lex: OE gar + leac > ME garlic
Gram: LAT cantare habeo > ES cantaré
A este respecto, Bybee et al. ( 1994) indican con mucho acierto que es más adecuado hablar de pérdida de autonomía que de fusión en los procesos de gramaticalización, ya que lo contrario nos llevaría a catalogar como “menos gramaticalizados” elementos que, por cuestiones de posición sintáctica o menor relevancia en relación al verbo, se convierten en dependientes del elemento adyacente pero no llegan a afijarse a él (sería el caso de los auxiliares versus los morfemas de tiempo, persona, caso, etc.). Por tanto, invitan a no distinguir en grado la pérdida de autonomía o independencia física de los ítems gramaticalizados.
4. Coalescencia
Es la pérdida de material fonológico subsiguiente a la fusión.
Lex: ME lord > OE hlaf + weard
Gram: E be going to > be gonna
Debemos resaltar aquí ciertas excepciones a este principio halladas por Heine y Kuteva (2005) y que se agrupan bajo el nombre de incremento fonológico (phonological accretion). Estos autores sostienen que en muchos casos de gramaticalización por contacto, los hablantes de la lengua receptora o “replicante” adoptan cierto elemento estructural de una lengua modelo existente ya en su propia lengua, lo que resulta en una doble marcación gramatical que persiste durante un determinado período de tiempo. Por ejemplo, los hablantes jóvenes de tariana, en el noroeste de Brasil, en contacto con el portugués, se han dado cuenta que en portugués el pronombre interrogativo se usa también como elemento introductorio en las oraciones de relativo. Del mismo modo, ellos introducen la partícula interrogativa kwana (¿quién?) y la añaden a las oraciones de relativo que ya poseen su propia marca.
5. Demotivación
En el caso de la lexicalización, guarda relación con la pérdida de composicionalidad semántica, lo que conduce a la idiomatización del significado (éste se vuelve idiosincrásico en la medida en que pierde toda relación con la suma de los significados de sus componentes). ES terremoto < LAT terrae motum.
Según los autores, en los casos de la gramaticalización que parten de elementos léxicos, éstos pierden su significado primigenio en los nuevos contextos (aunque el lexema de partida suele seguir existiendo con su categoría, significado y funciones originales), donde éste se vuelve más gramatical, más abstracto (bleaching). Una crítica a este punto sería la existencia de una característica, la desemantización, que los autores definen como exclusiva de la gramaticalización y que, a nuestro entender no se distingue en modo alguno, de acuerdo con la definición que se propone, de la demotivación (ver página siguiente). Creemos que si por demotivación se entiende idiomatización o opacidad semántica, entonces este parámetro es más bien propio de las lexicalizaciones, y poco o nada tiene que ver con las gramaticalizaciones, donde el elemento léxico pierde ciertos componentes de significado pero gana, en sus nuevos usos, otros tantos.
6. Metaforización y metonimización
La mayoría de autores convienen en atribuir a ambos procesos un alto componente de cambio semántico de naturaleza metafórica y metonímica, aunque algunos, como Moreno Cabrera (1998), identifican la gramaticalización estrictamente con el cambio metafórico y la lexicalización con el metonímico. Un buen porcentaje de los procesos de gramaticalización que Heine y Kuteva (2002) recopilan, están basados en la conceptualización de un dominio abstracto por medio de un concepto concreto: espalda > después, niño > diminutivo, estómago > dentro, mano > agentivo, madre > femenino, etc. No hemos de olvidar, sin embargo, que estas dos figuras retóricas actúan en lo que algunos especialistas denominan gramaticalización primaria, es decir, aquella que parte de formas léxicas plenas. En la gramaticalización secundaria (la que tiene lugar cuando formas gramaticales se hacen aún más gramaticales (afijo > clítico, numeral > determinante, preposición > conjunción etc.) que, según Heine y Kuteva (2002), suponen el grueso de los procesos de gramaticalización, no se da este tipo de extensión entre dominios.
E cuanto a los elementos divergentes, destacan:
1. Decategorización
En la gramaticalización se observa una pérdida de los atributos o prerrogativas sintácticas de los elementos lexicales, ahora convertidos en formas funcionales dependientes. Si descartamos los procesos de formación de palabras del ámbito de la lexicalización (en la conversión, la composición, los acortamientos, etc., se observan frecuentemente fenómenos de recategorización), entonces no hay duda que la decategorización no es una característica de la lexicalización.
2. Desemantización
Si en la lexicalización se observa un incremento en la especificidad del significado (valórese “mercado negro”), en la gramaticalización éste se generaliza, debido fundamentalmente a la expansión funcional del elemento gramaticalizado: aquellas formas con un sentido determinado se revisten ahora de un significado más abstracto, más gramatical, en sus nuevos contextos (verbo venir del francés, de verbo léxico de movimiento a marcador de pasado reciente: Je viens de Lyon > Je viens de manger). Creemos, de todas formas, que el término “desemantización” no es el más apropiado, ya que induce a pensar en una pérdida de contenido semántico, cuando en realidad se trata más bien, a nuestro entender, de una “abstracción” del mismo, propia de las formas consideradas “no plenas” (auxiliares, clíticos, afijos, preposiciones, etc.)
3. Subjectificación
Este término fue acuñado por Traugott en 1986, pero fue gestado a lo largo de toda su obra anterior (1980, 1982). Tiene que ver con los fenómenos de cambio y negociación de significado con finalidad pragmática que se dan en el intercambio comunicativo y, por tanto, incorpora, de forma novedosa en su día, el componente expresivo del hablante al estudio del cambio lingüístico. Según la propia autora, si se produce un cambio de significado en el proceso de gramaticalización, este cambio emergerá en el ámbito ideacional del hablante y viajará a través del componente interpersonal o expresivo.
Sin embargo, si sostenemos que tanto la gramaticalización como la lexicalización son productos de la creatividad de los hablantes y son fenómenos que parten de formas “neologísticas” (nonce formations) creadas en el ámbito comunicativo, que pasan a ser institucionalizadas o incorporadas con el tiempo al inventario léxico o gramatical de la comunidad, entonces no vemos razón alguna para hacer un distingo entre ambos procesos en relación a este concepto.
4. Productividad
Ya se ha comentado que la expansión funcional es un fenómeno característico de la gramaticalización, que conlleva irremediablemente un aumento en la productividad de la forma o construcción lexicalizada, lo que resulta, en muchos casos, en la creación de nuevos paradigmas gramaticales. Por el contrario, la lexicalización comporta una pérdida de productividad de la forma idiomatizada, si se la compara con el nivel de productividad que poseían las formas originales ahora fusionadas.
5. Frecuencia
Relacionado estrechamente con varios de los puntos anteriores, este concepto apela de nuevo a la ampliación de contextos funcionales donde puede operar la forma gramaticalizada. Por tanto, podría considerarse una consecuencia directa de la generalización o abstracción de significado. Es lo que algunos expertos denominan host-expansión. El incremento en la frecuencia del ítem lexicalizado en relación a la frecuencia de sus componentes no es un fenómeno que se haya observado en la lexicalización.
6. Generalización tipológica
La gramaticalización no es solo un proceso de emergencia estructural que se da universalmente siguiendo patrones regulares, sino que, además, se ha comprobado que tanto las formas gramaticalizadas como los mismos procesos de gramaticalización son objeto de préstamo o difusión entre lenguas en contacto a lo largo y ancho del planeta. La lexicalización, a falta de que se pruebe lo contrario, no se basa en mecanismos conceptuales universales sino que sigue cursos específicos en cada lengua: es por tanto, culturalmente dependiente (recordemos, por ejemplo, los verbos denominales del catalán construidos a partir de “cap”).

Conclusiones
Los límites entre lexicalización y gramaticalización no siempre han estado claros. De hecho, a simple vista, la naturaleza misma de ambos fenómenos (el curso y las características que comparten) invita a considerarlos puntos de partida y llegada contrarios de un mismo proceso de cambio lingüístico. Así, hay autores que aún hoy discuten si la degramaticalización es una parte del continuum que experimenta un elemento gramatical en su devenir gradual hacia elemento léxico o bien ha de tenerse por el proceso contrario a la gramaticalización. Si delexicalización y degramaticalización son el espejo de lexicalización y gramaticalización entonces la unidireccionalidad de ambos procesos no puede mantenerse; si, por el contrario, son vistos como subfenómenos dentro del proceso de cambio (decremento en cualidad léxica o decremento en cualidad gramatical) entonces podemos integrarlos en la teoría sin mayores problemas.

martes, 6 de septiembre de 2011

La lengua de nuestros padres

Larry Trask, una de las máximas autoridades en el terreno del cambio lingüístico, sostenía en una obra póstuma (Why do languages change?, 2010): "You too have very likely noticed that your parents or your grandparents speak or spoke a little differently from you. And, if you have children or grandchildren, you have almost certainly heard them saying things that you would never say. Everywhere we look, we find differences in speech between the generations".
Y no es una cuestión de vocabulario exclusivamente. Los cambios van más allá y afectan de igual forma a la fonética y a la estructura de la lengua. Sin embargo, donde parece más evidente es en el plano léxico. En este sentido, no dejamos de importar o crear cientos de vocablos que conviven o pasan a sustituir a otras palabras autóctonas (si es que existe tal categoría). Estos préstamos y neologismos tienen, a su vez, un ciclo de vida incierto, siempre a expensas de modas o de la pervivencia del nuevo referente (¿alguien habla todavía de "cederrones"?).

Honestamente, me hago mayor y muchas veces me sorprendo pensando que estamos empobreciendo la lengua de nuestros padres, encogiendo el vocabulario que heredamos con una serie de palabras comodín que colocamos en todas partes por desidia o por ignorancia.
Sólo hay que presenciar una presentación oral de estudiantes en cualquier universidad para darte cuenta de que "los autores dicen" se repite hasta la saciedad. ¿Qué hay de "los autores argumentan, sostienen, debaten, implican, subrayan, destacan o son del parecer"? ¿Es posible que el vocabulario de la nueva generación esté menguando?
El mío con toda seguridad es más limitado que el de mis padres. Por ejemplo, lo que para mí son siempre golpes, para mi madre pueden ser un taravitazo, un testarazo, un porrazo, un trompazo o un topetazo, dependiendo de qué parte del cuerpo sea "golpeada", de si estás parada o en movimiento o de si estás de pie o te caes...

Para terminar, una nota optimista: Trask (fallecido en 2004) fue un gran conocedor y entusiasta del euskara. Escribió un fabuloso The History of Basque y sus manuales sobre el cambio lingüístico están trufados de ejemplos tomados de esta lengua. Él rescató este bonito ejemplo de etimología popular (no hay muchos):
El castellano tomó del árabe la palabra zanahoria y los vascos la cambiaron a zainhoria. ¿Por qué?
Aquí tenéis de dónde viene este reanálisis:
zain: raíz
hori: amarillo
-a: morfema de determinación.