Larry Trask, una de las máximas autoridades en el terreno del cambio lingüístico, sostenía en una obra póstuma (Why do languages change?, 2010): "You too have very likely noticed that your parents or your grandparents speak or spoke a little differently from you. And, if you have children or grandchildren, you have almost certainly heard them saying things that you would never say. Everywhere we look, we find differences in speech between the generations".
Y no es una cuestión de vocabulario exclusivamente. Los cambios van más allá y afectan de igual forma a la fonética y a la estructura de la lengua. Sin embargo, donde parece más evidente es en el plano léxico. En este sentido, no dejamos de importar o crear cientos de vocablos que conviven o pasan a sustituir a otras palabras autóctonas (si es que existe tal categoría). Estos préstamos y neologismos tienen, a su vez, un ciclo de vida incierto, siempre a expensas de modas o de la pervivencia del nuevo referente (¿alguien habla todavía de "cederrones"?).
Honestamente, me hago mayor y muchas veces me sorprendo pensando que estamos empobreciendo la lengua de nuestros padres, encogiendo el vocabulario que heredamos con una serie de palabras comodín que colocamos en todas partes por desidia o por ignorancia.
Sólo hay que presenciar una presentación oral de estudiantes en cualquier universidad para darte cuenta de que "los autores dicen" se repite hasta la saciedad. ¿Qué hay de "los autores argumentan, sostienen, debaten, implican, subrayan, destacan o son del parecer"? ¿Es posible que el vocabulario de la nueva generación esté menguando?
El mío con toda seguridad es más limitado que el de mis padres. Por ejemplo, lo que para mí son siempre golpes, para mi madre pueden ser un taravitazo, un testarazo, un porrazo, un trompazo o un topetazo, dependiendo de qué parte del cuerpo sea "golpeada", de si estás parada o en movimiento o de si estás de pie o te caes...
Para terminar, una nota optimista: Trask (fallecido en 2004) fue un gran conocedor y entusiasta del euskara. Escribió un fabuloso The History of Basque y sus manuales sobre el cambio lingüístico están trufados de ejemplos tomados de esta lengua. Él rescató este bonito ejemplo de etimología popular (no hay muchos):
El castellano tomó del árabe la palabra zanahoria y los vascos la cambiaron a zainhoria. ¿Por qué?
Aquí tenéis de dónde viene este reanálisis:
zain: raíz
hori: amarillo
-a: morfema de determinación.
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