domingo, 31 de octubre de 2021

Som dones, som lingüistes, som moltes i diem prou


Que tengamos una Real Academia Española que fabrique reglas ortográficas, haciendo y deshaciendo sobre el uso de la tilde o del punto y coma cada equis tiempo (cosa absurda ya de por sí, pero que no es objeto de debate aquí), no quiere decir que también se pueda mangonear en la morfología. Simplemente no es factible, por más tinta que se gaste en guías y reglamentos. Y se constata el desconocimiento total de cómo funcionan las lenguas, de cómo evolucionan las estructuras lingüísticas, que muestran muchas de las mentes preclaras del lenguaje no discriminatorio, de los que mantienen que hay que forzar el cambio en la lengua para que este se produzca en la sociedad. Es la falacia de que todas las opiniones tienen la misma valía. Recientemente, un defensor de la muerte del género masculino inclusivo acabó la conversación afirmando que el inglés es una lengua fácil de aprender porque casi no tiene reglas… 
Por eso es tan importante el libro Som dones, som lingüistes, som moltes i diem prou (editado por M. Carme Junyent para Eumo Editorial) porque las autoras son todas mujeres (esto nos permite escuchar el punto de vista de usuarias supuestamente damnificadas por los usos lingüísticos discriminatorios) y además profesionales todas ellas del lenguaje, lo que nos brinda una serie de reflexiones desde una perspectiva de conocimiento única. 

Yo ya me posicioné en su día sobre este asunto (ver etiqueta género o sexo?). Siempre he pensado que el género gramatical y el machismo no tienen nada que ver. Siempre me ha olido a chamusquina que el supuesto cambio liberador del lenguaje venga de arriba (en forma de guías grotescas redactadas por decanos, ministros, presidentes de empresa, etc., para así enmascarar un poco sus prácticas diarias invisibilizadoras). Siempre he pensado que los consejos o normas para reconvertir nuestras “expresiones discriminatorias” son estrategias tan forzadas que es imposible que cale su uso espontáneo, como puedo comprobar en aquellos amigos, familiares o compañeros de trabajo que alguna vez han defendido con vehemencia el uso no sexista del lenguaje, y a quienes no he oído ni una sola vez en años desdoblar un solo sustantivo. 

Siempre he creído, sin embargo, que hay usos machistas del lenguaje, ante los cuales nadie parece escandalizarse: he tenido un jefe que se ha pavoneado siempre de que el 80% de la plantilla de la empresa eran mujeres, pero que se ha dirigido a mí y a mis compañeras sistemáticamente como “cariño” durante años. También he pasado por una situación incómoda cuando en unas prácticas de cirugía, no hace tanto tiempo, el cirujano me dijo “nena, sostén así el retractor”. Y pude vivir el mítico momento de tener que escoger “señora” o “señorita” en algún formulario. 

 

Así que, en resumen, me parece un libro espléndido y muy necesario, y no hace falta ser una carmejunyenista convencida para darse cuenta, desde la primera página, de que debería ser lectura obligatoria para muchos. 

 

 

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