jueves, 17 de enero de 2008

Lingüística sin lenguas de signos

¿Por qué las lenguas de signos están totalmente ausentes de los estudios lingüísticos? ¿Por qué ni un solo manual de lingüística general (al menos los que han caído en mis manos) dedica un capítulo a estas lenguas? ¿Por qué ningún especialista (en pragmática, en sintaxis, en tipología, en lo que sea) ve la necesidad, la utilidad, de incluir evidencias de las lenguas de signos en su campo de investigación? ¿Por qué las lenguas de signos son las grandes desconocidas? Si lo pienso, me hago cruces.

Por supuesto he de invocar el mea culpa y admitir que, más allá de Veo una voz: viaje al mundo de los sordos de Oliver Sacks (un libro alucinante) no he leído nada sobre el tema. Por tanto soy tan culpable, tan analfabeta como el resto de estudiantes, enamorados, adictos, expertos y profesores de lingüística que conozco.

Toda esta indignación viene a cuenta de una pequeña epifanía que experimenté al hojear un manual sobre la evolución del lenguaje (Wray 2002). En uno de los capítulos, Michael C. Corballis expone un ejemplo de lexicalización en el ameslán (la lengua de signos americana) que es una maravilla:

«The sign for “home” in ASL was once a combination of the signs for “eat”, which is a bunched hand touching the mouth, and the sign for “sleep”, which is a flat hand on the cheek. Now it consists of two quick touches on the cheek, both with a bunched handshape, so the original iconic components are effectively lost (Frishberg 1975). Studies of deaf children inventing their own homesign also suggest that signs are initially coined for their resemblances to what they represent, but are later adapted to a more arbitrary form […]».

Si esto es así, entonces una de las fuerzas que operan en los procesos de lexicalización en las lenguas de signos y que podría estar íntimamente ligada a la desemantización de las formas originales es, como apunta este autor, la pérdida de iconicidad: al lexicalizarse los signos manuales se vuelven menos icónicos y más arbitrarios, a la vez que se hacen más cortos o rápidos, esto es, experimentan lo que se conoce como “erosión”.

Aunque, en realidad, el autor defiende la evidencia de este fenómeno concretamente para respaldar o dar crédito a la posibilidad de que el lenguaje oral pueda haber evolucionado a partir de los gestos manuales, está claro que el estudio de la estructura y funcionamiento de las lenguas de signos puede incrementar nuestra comprensión general del lenguaje de una forma notable. Que la lexicalización y la gramaticalización son los dos motores de creación de “lengua” también en las lenguas signadas es algo que cualquier estudiante de lingüística asume o concibe; sin embargo, por qué este tipo de ejemplos no abunda en la literatura o en las clases es algo que, sinceramente, no tiene explicación.

2 comentarios:

Eduard Abelenda i Puigvert dijo...

Tot i que no ho hem fet a cap assignatura de manera completa, les llengües de signes són anomenades de tant en tant a clase. Ara recordo que en van parlar la Carme Junyent i la Joana Rosselló. La Joana sembla que ha estudiat una mica la sintaxi de les llengües de signes.

Tadeus dijo...

En un libro de Steven Pinker muy recomendable, "The Language Instinct", se dicen cosas muy interesantes sobre los lenguajes de signos. No sólo eso: para Pinker los lenguajes de signos son un elemento básico para corroborar su propia teoría del lenguaje.