Hace unos meses leí un editorial que me llamó mucho la
atención. Se trata de la revista The Journal of Family Practice y lo firmaba el doctor John Hickner. El editorial en cuestión se titula “Don´t call
me a provider” y es una especie de alegato contra el uso masivo del término “proveedor
de salud” en el ámbito sanitario, en detrimento del clásico “doctor”.
El doctor Hickner se muestra indignado: no ha pasado largos
años de carrera universitaria quemándose las pestañas, más otros tantos años de
residencia, arduo aprendizaje práctico y miles de horas de deprivación del
sueño para convertirse en un “proveedor”.
No creo que sea la desposesión del título lo que molesta al
doctor Hickner, sinceramente. Creo que la medicina, sea quien sea quien la
practica, es una ciencia y un arte, además de, en esencia, un acto humanitario
que bien poco tiene que ver con las diversas actividades relacionadas con la
provisión de bienes o artículos.
Pensándolo un poco, yo misma he relacionado siempre el
vocablo “proveedor” con un fabricante o industrial que abastece de materiales a
minoristas. El fabricante provee lo que el minorista luego vende.
Y sí, hablar de centros “proveedores de salud” siempre me ha
resultado extraño atendiendo al contexto semántico del abastecer de algo a
alguien: si ese alguien es la población, ese algo es ¿la salud? En realidad, la salud es algo que
poseemos, nadie puede entregárnosla como una mercancía o un bien más, sino solo
intentar que la conservemos o actuar para restablecerla. Por tanto, los centros
sanitarios, y algunas de las personas que trabajan en ellos, en realidad
prestan un servicio encaminado al restablecimiento de la salud o la prevención
de la enfermedad entre la población. Como llamarlos “prestadores de servicios
encaminados a la conservación o el restablecimiento de la salud” es un engorro,
pues se echa mano del inglés y así, por la vía fácil, centros, instituciones,
ministerios y personas quedan englobadas convenientemente en un solo término: “proveedores
de salud”.
No sé, a mi lo de “proveedor de salud” me huele a consumo, a
compra-venta, a transacción, a mercancía… Es un tufillo… Algo que no me cuadra
en absoluto con la labor de médicos, enfermeros y demás sanitarios.
Creo que Hickner tiene más razón que un santo cuando al
final de su artículo sentencia: “let´s use the word that reflects who we are:
doctors”.
Hickner J “Don´t call me a provider” The Journal of Family Practice.
Febrero 2013 vol 62, n 2.
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