sábado, 27 de marzo de 2010

George Herbert Mead para entender la interacción lingüística

Lejos de significar por sí mismas o en sí mismas de forma universal y unívoca, las cosas de nuestro alrededor reciben un significado particular y distinto según el marco cognitivo de los individuos de cada sociedad, de cada cultura y aun distinto, a veces, dependiendo de la idiosincrasia del individuo. Es de todos sabido que la distancia interpersonal, el contacto físico y hasta el tono de voz que se establecen en los actos comunicativos dependen, en gran medida, del contexto cultural donde se inscriben cada uno de los interlocutores. Una persona árabe, una europea y una japonesa por fuerza otorgarán diferentes interpretaciones al hecho de tocarse durante una conversación o a traspase de lo que cada una considera su espacio íntimo.
Más allá de la comunicación no verbal, el mismo hecho de utilizar un determinado código lingüístico ya es lo suficientemente significativo entre dos individuos, de forma que escuchar una u otra lengua activa de forma automática la evaluación del que tenemos enfrente: análogamente a la significación de la ropa o los símbolos de estatus social que puede portar la persona en ese momento, el vehículo lingüístico ya contiene un mensaje, una significación propia.

George Herbert Mead, gran sociólogo, fue el principal artífice de la Teoría de la Interacción Simbólica, cuya idea principal es que las personas actuamos en sociedad basándonos en los significados simbólicos que emanan de las situaciones que nos rodean. Como su nombre indica, este modelo se centra en la estrecha conexión que se establece entre símbolos e interacciones. El libro recopilatorio que publicaron a título póstumo sus alumnos, Mind, Self and Society, es útil para comprender cómo los individuos, de mutuo acuerdo, crean esquemas simbólicos y cómo estos esquemas repercuten o influyen a su vez en su comportamiento. Según algunos autores esta teoría fue muy influyente en su momento, en tanto que sirvió de puente entre los modelos centrados exclusivamente en el individuo y aquellas otras que otorgaban total supremacía a las fuerzas sociales.


Mead basó su teoría en tres postulados básicos:

1- La importancia de los significados en el comportamiento humano.

La TIS sostiene que los individuos construyen significados a través de la interacción social, ya que el significado no es intrínseco a las cosas. Blumer, un alumno suyo, reafirma esta teoría diciendo que el significado está en las personas no en las cosas. Los significados son pues productos sociales o creaciones que se forman en y a través de las actividades de las personas en un proceso de retroalimentación constante.

2- La importancia del concepto de uno mismo en la interacción y en los procesos significativos.

Viene a decir que el individuo desarrolla el concepto de sí mismo por medio de sus interacciones con los demás y que este concepto proporciona una importante causa del comportamiento humano, en la medida en que las autoexpectativas se ven o no cumplidas en el curso de las interacciones. Mead se refiere a esto como el Yo-espejo, y lo define como nuestra capacidad de vernos o concebirnos a nosotros mismos en la mirada de los otros.

3- La importancia de la relación entre la conducta individual y las expectativas sociales.

Este último punto se refiere al equilibrio que se establece entre la libertad individual y las restricciones socioculturales. El hecho de que somos socialmente evaluados de acuerdo a unos paradigmas conductuales consensuados influye en nuestro comportamiento: nos hace permanecer conscientemente apegados a unas expectativas de comportamiento adecuado a las circunstancias comunicativas particulares de cada interacción (interlocutor, propósito, grado de formalidad, etc.)

En resumen, cabe subrayar que muchas de las acciones que emprendemos en nuestra vida diaria se encuentran rutinizadas, forman parte del habitus de los individuos. Una vez adoptados e interiorizados, los paradigmas de actuación son seguidos por los individuos de forma semiautomática. En cuestiones de comunicación: la estructura de la conversación, el saludo, el registro que utilizamos, son todos elementos de nuestro comportamiento lingüístico que se activan, por así decirlo, por defecto, fruto de la habitualidad o cotidianeidad de los mismos.
Como individuos libres, sin embargo, podemos optar por no seguir los guiones o no adoptar los patrones conductuales propios de cada situación y quebrantar así las expectativas de nuestro interlocutor, aun a riesgo de que éste se forme una idea equivocada o un juicio negativo sobre nosotros.

En fin, que Herbert Mead es muy muy recomendable cuando uno se adentra en el espinoso campo de la sociolingüística, que no olvidemos que es sociología del lenguaje.

¡A veces no hace falta leer lo último que sale, sino conocer lo primero que se dijo!

George Herbert Mead (Editado por Charles W. Morris en 1934): Mind Self and Society from the Standpoint of a Social Behaviorist. Chicago: University of Chicago.

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