En la sección dixit recordaremos algunas barbaridades, incongruencias y otras epifanías vertidas en la literatura sobre lingüística. Empecemos con una sobre prejuicios lingüísticos (la traducción es mía):
“Hay una expresión que me viene continuamente a la cabeza cada vez que pienso en la lengua inglesa y la comparo con otras: me parece definitiva y expresamente masculina, la lengua de un hombre adulto, con poco de infantil o femenino en ella […]
Para ilustrar uno de estos argumentos selecciono al azar, a modo de contraste, un pasaje en la lengua de Hawai: `I kona hiki ana aku ilaila ua hookipa ia mai la oia me ke aloha pumehana loa.´ Y continúa del mismo modo, sin una sola palabra que termine en consonante, siendo imposible encontrar grupos consonánticos de dos o tres elementos. ¿Puede alguien dudar de que esta lengua, si bien agradable al oído y llena de música y armonía, da la completa impresión de ser infantil y afeminada? Uno no espera mucho vigor o energía de la gente que habla una lengua así; parece apta solamente para habitantes de regiones cálidas donde el suelo apenas requiere ser trabajado para proveer al hombre de todo lo que necesita, y donde la vida, por tanto, no presenta una lucha ardua contra los elementos u otros seres vivos. En menor grado, encontramos la misma estructura fonética en lenguas como el italiano o el español; sin embargo, qué diferentes son nuestras lenguas del Norte”.
Increíble pero cierto, semejante burrada salió de la boquita del gran filólogo, autor del muy alabado Growth and Structure of The English Language (1905). Lo cita Steven Pinker en The Blank Slate (2003).
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